Soplo de la memoria

Isaac Jimenez
3 min readOct 4, 2023

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Escribo, porque de alguna forma quiero en el futuro volverme a conocer. Uno tiende a olvidar, a dejar de sentir una cosa e intercambiarla por la otra; está bien, solo que el costo es el olvido. La memoria es frágil y si uno no preserva de forma correcta el recuerdo, tiende este a distorsionarse como una gota de pintura en un oleo fresco, se mezcla entre los otros colores y termina perdiendo su tonalidad para convertirse en un conjunto de memorias. En el fondo, ese conjunto de memorias, esa ilustración ya terminada es lo que vemos cuando volteamos al ver al pasado, casi siempre es con nostalgia. Como esa pintura ya perfecta, pero ignoramos (para evitar el dolor) que como hay gotas de pintura color verde vivo, amarillo alegre, las hay color gris con tintes de dolor, azul oscuro mezclado con tristeza y depresión, sin embargo, en su conjunto es una obra que colgamos diariamente en nuestras consciencias. Con el pecho lleno de oleos cargo mi ser, con la espalda aun pintar me dejo llevar por el porvenir y su oleaje que me arrastra, me revuelca y me termina dejando a la orilla, donde viene mi madre a socorrerme y yo con la mirada de haberlo vivido y no tener las palabras en la lengua porque el mar se la llevo.

Uno busca en el recuerdo, ese calor que durante el invierno tanto escasea. Recuerdas el ayer, el allá, con ellos… abrazas el recuerdo en suplica de ese fuego que alguna vez ilumino. Te observas en el desierto, donde la noche todo es frio, indiferente, solitario y recuerdas que en algún momento estuviste donde no deseabas y ahora extrañas. Sin embargo, esa manta de la melancolía, nostalgia y recuerdo no existe. Imaginas tu manta sobre tu pecho, pecho abierto al viento que arremete fuertemente contra ti. Por más que te tapes, que sientas durante un ratito ese calor y con los ojos cerras sientes que estas allá… lloras. No hay nada, tus manos carecen de hasta lo más mínimo y esa manta con la que tanto abrazabas a tu pecho no existe, tu espalda carece de asilo y te das cuenta de que esa manta que con gran fuerza intentas mantener es solo arena del desierto que se esfuma con el viento. Ese recuerdo se va y no vuelve más, fue y no se repetirá.

Mientras tú, con la cara perdida al sol y a la luna arremetes con destreza al viento, le gritas y reclamas a voz alzada porque se lo llevo, la memoria es frágil y se derrumba ante cualquier soplo. Más aun cuando el que suspira es uno.

Arrastras tu cuerpo sobre las dunas del desierto, buscando donde caer dormido, frente al nopal que de cobijo. Escondes tu ser, te recargas contra las espinas y miras detenidamente la tuna que empieza a brotar roja y rosa, ahí donde no crece nada… y la miras con regocijo.

Mirada a las colinas de Gießen, en una torre que solo exhibe lo que en algún momento fue

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