Huracán del desierto
No hay mira.
El huracán pasó y pensamos que nos habíamos salvado
esto nunca lo fue, solo sentimos el viento tan rápido
que no tuvimos tiempo para sentir su impacto
su dolor.
Cuando lo vimos
fue pe-que-ño y nuestros ojos regresaron a las pupilas del otro.
Cuando lo escuchamos
empezamos a gritar y continuamos imaginando en voz alta
(como siempre lo hicimos)
aquellos futuros de los cuales tanto nos hablaron.
Cuando la arena del desierto empezó a meterse por nuestras lenguas
y pudimos saborear el silencio del no-sonido que hace el agua
fue cuando nos percatamos que el huracán ya estaba aquí.
Recuerdo que a ti te golpeo primero
pero tú me abrazaste.
No gritaste para que no me asustará
solo hiciste lo que ha hecho el desierto siempre; guardar el tormento en silencio.
Por unos momentos creí que no pasaba nada
y entonces
alejé tus brazos porque me dolían;
yo solo quería sentir aire fresco.
Cuando me desprendí de tus brazos que me daban morada
sentí tus lagrimas secas que guardaste y ocultaste tanto tiempo
ahora el viento quemaba mi piel
y desprendía los recuerdos que tenía contigo;
OLVIDE.
El huracán se fue y solo tenía reminiscencia.
Memoria de ti.
Tu ya no estabas conmigo.
De la memoria y el olvido nació la nostalgia.
Nostalgia del desierto.
Nostalgia del dolor.