Grillos en primavera

Isaac Jimenez
2 min readMar 6, 2024

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Hay días en los que me abunda una profunda sensación de vacío. Caigo en el hoyo que no existe, que no puedo describir y soy/estoy en la profunda nada.

Hay días en los que me comen y seguramente quien lo hace aun se quede con hambre.

Hay días y días, que se mueven y no se sienten, en los que el día y la noche son lo mismo y sin darme cuenta ya pasó una semana.

En cambio, hay otros días en los que, si me siento yo, en los que se sienten una eternidad. Una semana entera encapsulada en veinticuatro horas. Hay quienes dicen que la vida se siente más larga si uno la alimenta de vivencias. Ahí me encuentro, entre esa delgada línea de lo efímero y lo eterno, tantas veces que me pierdo en ambas y no aprendo, no quiero aprender, me rehúso con firmeza a estar anclado, que hueva estar anclado. Me sumerjo en un tormento de emociones que me revuelca, me deja tirado en el suelo comiendo tierra y en otras épocas me lleva a las nubes y me siento parte de ellas.

Me atasco, en las infinidades del sentir, abrazo y me ato a uno solo. Me ato al recuerdo antes de que el tormento me sobrevuele y entonces la vida da sabores a masticado, vivido.

En este ir y venir me dejo llevar por las olas, siento sobre mi rostro el calor del fuego, que me acerco tanto a el y me prendo en llamas. Me ilumino una vez por todas y por unos instantes, me siento a mi mismo como lo que soy y aun no descifro, por un ratito tengo… ya no recuerdo, fue solo un ratito.

Cierro los ojos y me imagino siendo esto, el otro y aquello. Tanto tiempo que como oleaje va y viene, que uno lo agarra y se desparrama como borracho en verano, entonces a uno le toca reír, como los grillos en primavera. Salgo a la calle y me pierdo en estas y no regreso hasta dentro de una hora, una noche, una eternidad. En esta incertidumbre autoimpuesta me da cobijo el cantar del bosque, los atardeceres montado en la rila y las palabras de mi madre que tanto extraño.

Cuentan que esa vez se me ponchó la llanta

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